Boca venció a Tigre por 2-0 con un
doblete de Emmanuel Gigliotti. Fue de menos a más, y terminó el partido con un
mediocampo de la cantera del club. Está lejos, pero ganar siempre afianza
conceptos.
Después de la goleada sin
atenuantes contra Cerro Porteño en Paraguay y un importante recambio, Boca
planteó el partido contra Tigre desde el protagonismo y la explosión de las
bandas. Marin-Fuenzalida y Erbes-Colazo-Carrizo: sociedades que dieron frutos,
pero que concluyeron con envíos despejados por los centrales visitantes.
Hubo tenencia, lenta circulación de
pelota y poca dinámica en los últimos metros. La más clara de los 45 iniciales
fue un anticipo monumental de Gigliotti para realizar un cabezazo que besó el
poste izquierdo de García. Faltó aceleración y sorpresa. Los centros desde los
costados fueron muy anunciados y tomaron a la defensa de Tigre preparada para
despejar.
El ingreso de Chávez en el segundo
tiempo fluctuó el ánimo del partido, y de la gente. Fue el más ovacionado y uno
de los más querido por el hincha. Autor de goles importantes, con técnica, potencia y velocidad, capaz de modificar el
trámite de un compromiso sumamente complejo. Incomodó por la izquierda, su
hábitat natural, y diagramó ataques rápidos y contundentes. En su primera
intervención, fue derribado y ¿penal? Gigliotti se lo apropió, y lo firmó,
después de tomar el rebote que dio García bajo los tres postes.
Tigre no propuso dificultades.
Orion fue un espectador de lujo. Nuevamente por izquierda y con sus
características típicas, se llevó el balón pateándolo hacia el frente,
arrasando contra todo obstáculo que se atreviera a cruzarse. Envió el centro raso
y defectuoso. Sin embargo, Gigliotti usufructuó la pasividad de Blengio y, con un
desvío de por medio, la pelota se acomodó al lado del caño derecho de García.
2-0, y basta para todos.
En el final, el Matador tuvo la
oportunidad de descontar para ponerle un condimento de nerviosismo a un partido
que no lo precisó: rebotes en el área, salvada monumental de Cubas, y la
presencia de Pérez en la línea para evitar el ingreso del balón. Cuando hay
ánimo positivo y un equipo está dulce, algunas situaciones se inclinan
para el lado propio. Eso sucedió en la Bombonera. En el final, con el ingreso
del juvenil Suárez –de buenas condiciones técnicas- y Bravo, terminó formando con
Suarez, Cubas, Bravo y Colazo. Un mediocampo de chicos que vivieron y
atravesaron las inferiores en el club.
Boca triunfó y lo mereció. Tigre no
atacó y eso fue, en parte, responsabilidad de Boca, que estuvo siempre bien
parado con la posesión en ataque. No le permitió arrancar a Rincón y cortó los
contraataques de raíz. Fue más, mejor, pero le faltó precisión y aceleración en
la última etapa de la cancha. Sin embargo, ganó, y sigue afianzando conceptos
para llegar al Superclásico de la Copa Sudamericana con una confianza en
incremento.
La cabeza está en otro lado pero,
también, saben que deben seguir ganando para alcanzar las semifinales de la
manera ideal. Boca mejora y, sin Gago, carece de un distribuidor nato. Esta
vez, lo solventó por los costados, aunque sin claridad.
Por Matías Adami @matiadami2.
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