Se escapó. El último torneo corto quedó para
Racing, que hizo los deberes y venció en el Cilindro a Godoy Cruz por 1 a 0.
Con ese mismo resultado River hizo lo suyo derrotando a Quilmes en un duelo
friccionado en el que la igualdad se rompió mediante un golazo de Carlos
Sánchez.
En términos generales no fue un buen desempeño
del conjunto de Gallardo. Apenas un corto tramo de fútbol dinámico no alcanzó
para desequilibrar el marcador en los primeros 45. Con las excepciones de Teo
Gutiérrez y Mercado por diversas lesiones, el equipo fue el mismo que apenas
cuatro días atrás se consagró en la final de la Copa Sudamericana. Desde un
principio se vio a un River auspicioso, con claras intenciones de salir a
buscar el partido, poniendo el juego en campo rival y haciéndose de la posesión
del balón. Sin embargo, la sintonía fina reluciente en otras oportunidades se
ausentó y los pases que frenan carreras así como los errores individuales se
hicieron notar. Un destacado primer tiempo de Ponzio –manteniendo el alto nivel
alcanzado en los últimos encuentros- en conjunto con un encendido Piscullichi
fueron insuficientes para generar peligro en el arco rival. Sánchez nunca
conectó con un dubitativo Solari -errático a la hora de controlar pases largos
y descargar en los delanteros-, sin poder generar ninguna proyección
interesante por la banda derecha. Por el otro lado, Vangioni, que encontró la
libertad para proyectarse que no tuvo versus Nacional de Medellín, chocaba con
delanteros lentos a la hora de desmarcarse, anulando toda tentativa por su
sector. En otras palabras, tanto la solvencia de Mercado en cada intervención
así como el talento de Teo para aguantar la marca de espaldas al arco se
hicieron extrañar.
El desarrollo del juego no tuvo un cambio
abrupto en la segunda mitad. El gol de Racing apuraba todavía más a un
necesitado River, que con mucho ímpetu pero con poco fútbol procuraba irse
ganador. A la larga, la actitud rindió frutos: Sánchez, posiblemente el mejor jugador del semestre,
sentenció un golazo de afuera del área con su pierna menos hábil. A partir de
allí, el tiempo sobró, haciendo largo a un partido monótono y falto de
emociones, potenciando el resultado en Avellaneda las ganas del pitido final,
adelantado –tristemente- por incidentes con el público local.
El técnico tomó la decisión: vio el desgarro
de Maidana en la Bombonera y decidió prescindir de sus principales figuras para
el duelo más importante del torneo. La idea no era descabellada a priori y lo
es menos todavía con la Sudamericana adornando la vitrina. Así y todo, desde
aquí creemos que el punto de quiebre no fue la triple carambola en el Cilindro,
sino el domingo en el que el once ideal no pudo con un débil Olimpo. De haber
mantenido la distancia en la tabla, una derrota frente a Racing conducía
inevitablemente al partido desempate.
No se dio, no fue así, la prioridad fue otra.
En un 2014 para el recuerdo, la sensación de que el bicampeonato estaba casi en
el bolsillo le duele al hincha de River. De todas formas, este plantel cumplió
con alzas las expectativas, devolviéndole el buen gusto al futbol argentino,
priorizando el ataque, desplegando un juego vistoso como hacía años que no se
veía. Simplemente gracias a un equipo que peleó dignamente en ambos frentes y
demostró que el funcionamiento colectivo puede más que los nombres propios.
Por Ignacio Alejandre @nachoalejandre.
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