Llegó
el momento. Los dos partidos más importantes del año. La llave más esperada en
toda Sudamérica. “El Clásico del Mundo”, tal como fue patentado poco tiempo
atrás por ambos clubes, se jugará nada más y nada menos que en la semifinal de un
torneo continental.
De
acá al 20 de noviembre todo pasará a un segundo plano. Fondos buitre, peleas
entre candidatos presidenciales, casamientos de la farándula. Será difícil que
en algún rincón del país no se toque el tema. Por tercera vez en el mileno,
River y Boca se enfrentarán fuera del marco local.
En
las dos oportunidades anteriores, la suerte estuvo del lado del conjunto
xeneize. En el 2000, dos equipazos se enfrentaron por los cuartos de final de
la Libertadores. Tras un 2-1 a favor de River en la ida con goles del
colombiano Ángel y Saviola, la vuelta fue remontada con autoridad en un
encuentro recordado por el “Topo Gigio” de Riquelme y el retorno de Palermo
tras una larga lesión. Más fresco en la memoria, una de las llaves más
emocionantes de la historia de la Copa se definió en tanda de penales: el 1 a 0
en la Bombonera se compensó con el gol agónico de Nasuti en el Monumental que
selló el 2-1. Es el día de hoy que el penal de Maxi López se recuerda con dolor
por parte del hincha de River, mientras que Boca perdió la oportunidad de ir a
Japón en el 2004 en manos del sorpresivo Once Caldas colombiano.
Heridas
de las más profundas que la pasión futbolera puede dejar, River tiene hoy la
gran oportunidad de reivindicarse y sacarse aquella vieja espina: en un
semestre de resultados ideales, los 30 partidos invictos lo hacen parecer
imbatible. Sin embargo, la contundencia de los primeros encuentros no se
vislumbra en los últimos. En la noche de ayer, Estudiantes supo ponerlo contra
las cuerdas. El final del primer tiempo y el comienzo del segundo vio a un
conjunto platense desencajar al equipo de Gallardo: una serie de clarísimas
llegadas consecutivas dieron vuelta el 1-0 impuesto por Teo a los 40 segundos.
Las espléndidas tapadas que convirtieron en figura a Barovero –incluido un
cabezazo en el área chica del peligrosísimo uruguayo Vera-, demoraron lo máximo
posible la remontada que parecía inevitable. A partir de la ventaja de Estudiantes,
el partido se transformó en partidazo, jugándose de arco a arco, con llegadas
claras para ambos lados. Cuando la llave estaba para cualquiera, nuevamente
River hizo uso de un arma mortal de este semestre: el juego aéreo. Tras dos
centros magníficos de Pisculichi, Mora y Funes Mori fueron los encargados de
sellar el pase a semifinales, dejando sin ánimo a los dirigidos por Pellegrino.
Si
hay algo que deja tranquilo al hincha millonario es que en situaciones
adversas, el equipo siempre supo encontrarle la vuelta a sus rivales; los
resultados, lo avalan. Si Gallardo logra ordenar la última línea -más de una
vez queda mal parada frente a la iniciativa constante de ir a buscar el arco
rival-, River tiene todo para dar el golpe, vencer a su par boquense y darle el
gusto al hincha que viene soñando con una copa internacional, esquiva desde la Recopa
de 1997.
Por Ignacio Alejandre @nachoalejandre.
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