Boca igualó 2-2 contra Lanús como
visitante gracias a la frescura que imprimieron los jóvenes que ingresaron en
el segundo tiempo. Dos goles de Acosta para el granate, uno de Insúa y
otro de Calleri para sellar un empate con gusto a nada.
La idea era reponerse del knock out del
jueves pasado. Salir al ring, golpeado, con heridas, machucado, pero dar la
cara con varios jugadores que habitualmente no son titulares. Las clásicas “molestias”
que sienten algunos profesionales previo a los partidos sin objetivos:
caso Erbes o Díaz. No otros, como Orión, Calleri, Marín, Forlín, Gigliotti o
Carrizo. Ellos dieron la cara en uno de los momentos más difíciles del equipo
en el último tiempo.
Boca dijo presente en el cuadrilátero,
pero en los primeros segundos del primer round, un cross y a la lona. Otra vez.
La energía dedicada para salir del duro momento se vio perturbada por un
golpazo: siesta de Marín y gol de Acosta. Sucedió algo parecido en el segundo
gol. Un achique mal sintonizado, una gran triangulación ofensiva de Lanús, y
una nueva anotación del ex Boca. La ley del ex, como siempre, vigente en el
fútbol. El 0-2 traía señales casi apocalípticas. El primer tiempo de Boca fue
una continuación de la semifinal. Castellani con pérdidas constantes en zonas
en las cuales no se debe arriesgar –o no hacerlo de la forma en que lo hace-,
Pérez tomando decisiones sumamente complicadas, Forlín intentando apagar el
incendio de todos sus compañeros, y el desequilibrio de Carrizo por la banda
izquierda sin posibilidades de anotar. El 0-2 estaba firmado, y Boca debía
levantarse antes de finalizar el conteo.
El conteo llegó a ocho. Insúa decidió
levantarse. Después de manifestar enormes gestos de vagancia en el retroceso y
despreocupado de ocupar su zona defensiva permitiendo el ingreso de más de un
rival a posición de peligro (Ejemplo: Ver jugada que Lanús pide mano de Forlín
y concluye con un disparo forzado de Gonzalez que despeja Orion. Allí, Insúa
tomó la determinación de frenar su trote y dejar la jugada al azar. En
realidad, a las manos del uno), recibió de Calleri con un control brillante,
que le permitió quitarse a su marcador de encima, y remató potente. 1-2.
Primera situación del segundo tiempo y descuento.
Con esa escasa frialdad que lo
caracteriza, empezó a revolear patadas. Continuamos con Insúa. Una al aire, y
la segunda al tobillo de Benítez. Roja directa, sin excusas, para dejar a un
equipo golpeado en la lona otra vez. Debió emerger el pequeñito Acosta, que
evocó a aquel jugador desequilibrante en su aparición en primera. Recibió de
Gigliotti, se llevó el balón, aprovechó el grotesco tropezón solitario de
Somoza y asistió a Calleri, para el 2-2 final.
¿Justo? Se podría decir que fue un tiempo
para cada uno. Lo cierto es que, tras la expulsión de Insúa, Cubas asistió insólitamente
a Romero dejándolo mano a mano con Orion. El palo le dio otra vida a Boca, y la
supo aprovechar. Cristaldo y Acosta le dieron aire fresco a Boca y supo aprovecharlo.
El equipo de Arruabarrena se levantó del
knock out. El aire renovado de los jóvenes le permitió mantenerse con vida y
terminar esta nueva pelea brindando otra imagen. La imagen de la garra, y de
nunca darlo por vencido, ni aún vencido.
Por Matías Adami @matiadami2.
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