Es una de esas noticias que uno debe leer dos veces por lo
menos para creerlas: el Rojo jugará la próxima temporada en la B Nacional. 108
años de gloriosa historia, en los primeros planos nacionales, pero por sobre
todo en los internacionales. El Diablo de Avellaneda supo conquistar el mundo,
y hoy, atraviesa su peor crisis.
La receta parece ser la misma que llevó a otros equipos
grandes, o históricamente de primera, a jugar en la segunda categoría: malas
dirigencias, barra brava con excesivo protagonismo, técnicos que no estuvieron
a la altura y jugadores que no rindieron como la situación pedía. Ese parece
ser el orden, porque si la cabeza está mal, el resto del cuerpo también lo
está.
Este descenso no opaca todo lo conseguido por el Rojo. No
borra las fotos de Bochini levantando copas, no borra las finales jugadas y
ganadas ante los rivales de mayor élite a nivel mundial, pero duele y mucho.
Seguramente los que peinan canas, ni el más pesimista, imaginaba ver al Rojo
jugar en la B.
Este plantel tiene su culpa, por supuesto, pero ha dejado
todo en cancha. Ha sufrido este final. De todas formas, hace seis meses que
Independiente venía seriamente comprometido y no supo o no pudo revertirlo.
Habrá que ver quiénes se quedan, quiénes se van, y sobre todo, quiénes vienen,
para hacer resurgir al Rojo.
Hincha del Rojo, aunque de poco sirva leer estas líneas en
este momento, tenga la certeza de que volverá, podrá pasar esta página negra en
su exitoso libro, regresará al lugar que merece en la primera división, y por
sobre todas las cosas, si lo acompañan dirigentes capaces, serios y honestos,
volverá a ser.
EDITORIAL - Por Alejandro de Speluzzi @aledespe
EDITORIAL - Por Alejandro de Speluzzi @aledespe
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